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El misterio de los guardianes de la pirámide secreta





El misterio de los guardianes de la pirámide secreta

El misterio de los guardianes de la pirámide secreta

Cuenta una antigua leyenda, perdida entre los susurros del desierto y sepultada bajo las arenas del tiempo, que existe una pirámide escondida más allá de la última duna del mundo conocido. No aparece en los mapas y su ubicación es negada por los eruditos modernos. Sin embargo, algunos manuscritos prohibidos afirman que en su interior descansan poderes ancestrales, custodiados por entidades eternas: los Guardianes de la Pirámide Secreta. Esta es la historia de su origen, de los osados que intentaron desvelar su misterio, y del precio que se paga por enfrentarse a lo sagrado.

1. El pacto de los dioses primitivos

En el inicio de los tiempos, cuando el cielo y la tierra estaban aún entrelazados, cuatro deidades crearon una pirámide resplandeciente para resguardar el equilibrio del mundo. Estos dioses primigenios eran:

  • Ka’Hur, el dios del fuego solar
  • Na’Ima, la diosa de las aguas eternas
  • Setaán, el guardián de las sombras invisibles
  • Yurek, el dios del viento que escucha

Después de formar su obra maestra —una pirámide tallada en obsidiana negra y envuelta en luz viva—, sellaron su entrada y colocaron en su interior la Llama del Equilibrio, una fuente de energía capaz de deshacer el universo o transformarlo.

2. Los primeros guardianes

Para custodiar el sagrado secreto, los dioses no confiaron en humanos ni bestias. En su lugar, modelaron a los Oculis, seres mitad piedra, mitad espíritu, que jamás envejecen ni duermen. Sólo cuatro fueron creados, uno por cada dios. Cada Oculi recibió una parte del conocimiento del universo y un deber eterno: proteger la pirámide de intrusos y preservar el velo del olvido.

3. El despertar de la ambición humana

Siglos pasó la humanidad sin saber de la pirámide, hasta que un sabio llamado Amur-Tep encontró un fragmento del Libro del Primer Eco. En él se hablaba de una estructura de enigmas y luz que contenía la clave del Renacimiento del Mundo. Cegado por la ambición de comprender los misterios del cosmos, Amur-Tep reunió un grupo de exploradores y místicos. Su objetivo era claro: hallar la pirámide secreta y desvelar su poder.

4. Cruzando el desierto del Silencio

La expedición partió desde la ciudad de Talem-Nur y se adentró en el Desierto del Silencio, un vasto mar de arena donde el viento no soplaba y la noche y el día eran indistinguibles. Uno a uno, los acompañantes de Amur-Tep comenzaron a perder la noción del tiempo y el deseo de continuar. Pero el sabio se mantenía fiel a su visión, guiado por sueños cada vez más vívidos y voces que solo él escuchaba.

5. El encuentro con la esfinge olvidada

Al agotarse el agua y los últimos caballos caer sin vida, el desierto les ofreció una visión: una gigantesca esfinge de piedra blanca cubierta de runas antiguas. Era la Guardiana del Umbral, una criatura creada por Setaán para proteger el paso final hacia la pirámide.

Para dejarlos pasar, no pedía sangre ni sacrificios, sino respuestas a tres acertijos que desafiaban la lógica humana. Amur-Tep, con la mente afilada por el conocimiento antiguo, resolvió los enigmas y logró que la esfinge se hiciera a un lado. Atravesaron entonces un portal de fuego silencioso y llegaron a un valle oculto donde la pirámide se alzaba majestuosa bajo un sol que siempre estaba en su punto más alto.

6. El despertar de los Oculis

Apenas pisaron las escalinatas de obsidiana, la pirámide vibró, y de sus cuatro vértices surgieron los Oculis. Ningún arma fue empuñada. Con solo mirarlos, transmitían conocimiento, temor y revelación. Los exploradores cayeron de rodillas, sintiendo el peso de siglos de verdades prohibidas.

Uno de los exploradores,Rianel, intentó avanzar sin permiso. Un Oculi lo rozó con un dedo y su cuerpo se convirtió en polvo de estrella. El mensaje era claro: solo quien haya sido marcado por los dioses podría cruzar al interior.

7. El juicio de las almas

Amur-Tep, comprendiendo al fin la magnitud de su empresa, realizó un ritual perdido: ofreció su corazón en símbolo de humildad a Na’Ima. Las aguas ancestrales brotaron desde el suelo, formando una esfera flotante que lo examinó durante lo que parecieron siglos. Finalmente, fue considerado digno.

Los Oculis abrieron un pasadizo en la pirámide, revelando un corredor sinuoso iluminado con símbolos móviles. Solo Amur-Tep pudo entrar. Sus acompañantes, aun los más leales, se quedaron llorando al pie de la escalinata, sabiendo que no lo verían jamás.

8. La cámara del equilibrio

Dentro de la pirámide, Amur-Tep encontró la Cámara del Equilibrio: un espacio circular donde flotaba la Llama, resguardada en una esfera de cristal líquido. Las paredes hablaban mediante ecos de pensamientos, explicándole al sabio la verdad del universo:

  • El tiempo es cíclico: lo que una vez fue, será de nuevo.
  • La humanidad no está destinada a comprenderlo todo, sino a aprender qué debe olvidar.
  • El conocimiento sin sabiduría lleva a la ruina.

Amur-Tep lloró por primera vez en su vida. No por miedo ni arrepentimiento, sino por saberse un mero susurro en la eternidad.

9. La elección del nuevo guardián

La Llama le ofreció a Amur-Tep un destino: absorber su esencia y convertirse en el quinto guardián eterno o regresar al mundo y olvidar todo lo aprendido. Eligió quedarse. Su cuerpo se desvaneció y su vapor ascendió en espiral hasta formar un nuevo Oculi, cuyo ojo era una estrella que pulsaba con luz roja.

10. El retorno del mito

Los exploradores restantes regresaron a Talem-Nur con las manos vacías, pero con el corazón cambiado. Algunos nunca volvieron a hablar. Otros difundieron rumores contradictorios. Con el tiempo, los relatos de la pirámide secreta fueron tomados como fábulas de locos enardecidos por el sol.

Pero, cada cien años, cuando el eclipse cubre el cielo durante tres días, se oyen ecos de pasos en el Desierto del Silencio. Y aquellos que escuchan con el alma sienten el llamado. Porque la pirámide sigue allí, invisible a los ojos comunes, protegida por cinco ojos que todo lo ven. Y aún guarda su llama.