La leyenda de la ciudad dorada oculta en el desierto
En las tierras áridas donde el sol quema la arena y el viento susurra secretos antiguos, se dice que hubo una vez una ciudad resplandeciente construida por los dioses mismos: Al-Zahirah, la ciudad dorada. Sus torres brillaban con oro puro, sus fuentes surgían del centro de la tierra, y su conocimiento trascendía la comprensión humana. Sin embargo, esta maravilla desapareció sin dejar rastro, tragada por las dunas eternas. Generaciones han pasado contando su leyenda, pero pocos conocen la verdad sobre su origen, gloria y caída. Aquí se narra esa historia perdida por el tiempo.
1. El pacto entre los dioses
Mucho antes del tiempo de los hombres, los dioses del Cielo y de la Tierra sellaron un pacto para mantener el equilibrio. A cambio de permitir a los humanos habitar la superficie terrestre, se les concedió un regalo: un santuario de sabiduría y abundancia llamado Al-Zahirah. Fue construida en el corazón de un vasto desierto por orden de Shahraar, dios del Conocimiento, y de Nejara, diosa del Sol.
En su fundación, los dioses dejaron tres piedras sagradas que alimentaban a la ciudad:
- La Piedra del Saber Eterno
- La Piedra del Agua Viva
- La Piedra del Fulgor Dorado
Estas piedras no solo proporcionaban sabiduría, agua, y luz inagotable, sino que también ocultaban la ciudad del ojo humano, preservándola del egoísmo mundano.
2. Los primeros guardianes
A la cabeza de la ciudad fueron puestos los Ojos del Desierto, una orden de sabios y sabias con la misión de proteger las piedras sagradas. Vestían túnicas color marfil y sus ojos eran cubiertos con vendas doradas: no veían con la vista, sino con la mente y el corazón. Se les prohibía abandonar los muros de Al-Zahirah.
Cada cincuenta años, un nuevo ojo era elegido entre los nacidos dentro de la ciudad para continuar la vigilancia. Su juramento incluía renunciar a toda ambición y deseo personal.
3. El susurro del viento del norte
Tras siglos de equilibrio, los vientos del norte —enviados por el celoso dios Qamar, señor de las sombras— cruzaron el desierto trayendo consigo rumores de la ciudad dorada. Mercaderes errantes comenzaron a hablar en voz baja de torres que centelleaban en la noche y oasis que desaparecían al acercarse.
Aunque los Ojos redoblaron su vigilancia, la ciudad ya no era tan invisible como antes. Las grietas en su escudo místico comenzaron a expandirse. El tiempo del silencio llegaba a su fin.
4. El forastero marcado
Un día, un joven hombre cubierto de cicatrices apareció en las afueras del muro invisible de Al-Zahirah. Su nombre era Yamil, un cartógrafo obsesionado con los mitos antiguos. Portaba un tatuaje en forma de espiral en su brazo derecho, idéntico al símbolo que protegía la entrada secreta de la ciudad.
Cuando tocó esa puerta de arena, la entrada se abrió. Contra toda lógica, los Ojos del Desierto lo recibieron y, violando su ley más sagrada, lo dejaron pasar. Algunos creyeron que era enviado de los dioses, otros que traía consigo el fin.
5. Los dones peligrosos de Yamil
En poco tiempo, Yamil demostró tener una inteligencia sin igual. Aprendió en días lo que los sabios estudiaban en vidas enteras. Se le permitió estudiar las piedras sagradas, y fue incluso entrenado en los secretos de los Ojos.
Pero con el poder, vino la tentación. Yamil comenzó a cuestionar los límites del conocimiento. Creía que la sabiduría de Al-Zahirah debía compartirse con el mundo. Plantó la idea de abrir la ciudad —una idea prohibida entre los guardianes.
6. La división dentro de Al-Zahirah
Los Ojos del Desierto se dividieron: una facción apoyaba a Yamil, encabezada por la anciana Ojo mayor Safira, quien creía que la humanidad estaba lista para recibir la sabiduría de los dioses. La otra mitad, liderada por Malhun, defendía mantener la ciudad cerrada por siempre.
El equilibrio se rompió. La ciudad comenzó a cambiar: las fuentes se tornaron turbias, las piedras parpadeaban con inestabilidad, y la luz dorada ardía a ratos violenta.
7. El robo de la piedra del saber
Una noche de luna negra, Yamil se adentró en el Templo Central y robó la Piedra del Saber Eterno. Planeaba llevarla al mundo exterior, para abrir escuelas y templos fuera del desierto. Creía que así terminaría con la ignorancia.
Sin embargo, al sacar la piedra del altar, una tormenta cayó sobre Al-Zahirah. El cielo se oscureció, el oasis se evaporó y las dunas comenzaron a moverse como olas del mar.
8. El castigo de los dioses
Los dioses, al ver violada su voluntad, descendieron en forma de tres aves de fuego. Decidieron que la ciudad debía desaparecer para siempre de la superficie del mundo. Safira suplicó piedad, pero Shahraar habló:
«Donde la sabiduría es avaricia, el conocimiento se vuelve condena.»
Así, las tres piedras fueron reclamadas; y la ciudad, junto con sus guardianes, fue enterrada bajo una tormenta perpetua de arena. Aquel que la encuentre de nuevo no encontrará oro, sino espejismos y susurros.
9. La maldición de Yamil
Yamil sobrevivió, pero fue maldecido con una eterna sed de conocimiento. Vagó por los desiertos hasta volverse un espectro, guiando o extraviando a aquellos que buscan la ciudad dorada. Se dice que puede aparecer en noches ardientes, ofreciendo mapas encantados y promesas imposibles.
Algunos dicen que aquellos que lo siguen desaparecen sin dejar huella; otros aseguran que han visto una ciudad dorada entre espejismos, pero al acercarse, se desvanece como niebla.
10. El eco de un sueño perdido
Así terminó Al-Zahirah, no por la furia de sus enemigos, sino por la duda y el deseo de cambiar su destino. Hoy, algunas tribus del desierto aún cuentan la historia en noches sin luna. Los ancianos advierten:
- No sigas los espejismos que brillan como el sol
- No creas en el cartógrafo de la cicatriz espiral
- Y nunca, jamás, busques la ciudad que no desea ser encontrada
Porque Al-Zahirah es ahora parte del desierto eterno, y el desierto no regala sus secretos sin pedir algo a cambio.