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La historia de la diosa de los vientos y su relación con los faraones

La historia de la diosa de los vientos y su relación con los faraones

En lo más profundo del antiguo Egipto, donde las arenas del desierto ocultaban secretos de dioses y misterios infinitos, existía una antigua deidad olvidada por muchos: Tefnut-Aheret, la diosa de los vientos. No solo era dueña de las brisas suaves y de las tormentas del desierto, sino también guardiana de un linaje sagrado que se entrelazaba con los tronos de los faraones. Su historia, celosamente custodiada en tablillas que los escribas nunca osaban leer en voz alta, marcó el destino de la realeza egipcia durante siglos.

1. El nacimiento de Tefnut-Aheret, la hija del cielo

Antes de que el mundo fuera moldeado, del aliento de Shu y las lágrimas de Tefnut surgió una nueva deidad: Tefnut-Aheret, la brisa eterna. Su existencia nació de la necesidad de equilibrio entre el caos del viento del norte y la calma del viento del sur. Su esencia sería el susurro que inspiraba a los sabios y el respiro que alejaba las plagas del reino.

Los dioses le concedieron uno de los dones más poderosos: control sobre todos los vientos de la Tierra Negra. Desde los vientos del Nilo hasta las corrientes del oasis, ella podía convocar la furia de una tormenta o la calma de una tarde en el delta.

2. La misión divina: custodiar la línea real

Los dioses, temiendo que el pueblo se desviara de su destino, encomendaron a Tefnut-Aheret una misión: vigilar la sucesión de los faraones y proteger el trono de aquellos dignos del favor divino. Se convirtió entonces en la presencia invisible en las coronaciones, impulsando la voz del justo y silenciando las ambiciones de los impuros.

Para marcar su influencia entre los hombres, Tefnut-Aheret exigió que:

  • Todo faraón venerara los vientos mediante rituales anuales en el primer día de Peret (temporada de crecimiento)
  • No se tomara decisión de estado sin consultar al Oráculo del Viento del Templo de Sais
  • Su símbolo —un abanico emplumado de ibis— estuviera presente en cada sala del palacio

3. El pacto con Maat y el equilibrio eterno

Tefnut-Aheret pronto se alió con Maat, diosa de la verdad y el orden. Ambas sabían que un reino desequilibrado traía consigo sequías, guerras y decadencia. De esta alianza surgió un nuevo principio divino: el aliento de Maat, que podía conceder discernimiento a quien consultara a los vientos.

Muchos faraones buscaron consejo de ambas deidades antes de iniciar campañas militares o decidir linajes sucesorios. Se decía que aquellos que ignoraban los susurros del viento morían jóvenes o eran traicionados desde dentro del palacio.

4. Ramsés I y los vientos de ascenso

Ramsés I no nació dentro de la realeza, sino como un general prometedor. Cuando la línea de sucesión quedó rota tras la muerte sin herederos del faraón Horemheb, las arenas mismas soplaron con violencia alrededor del templo de Amon en Karnak. Los sacerdotes reconocieron este presagio como el llamado de Tefnut-Aheret.

Los registros cuentan que, durante su ceremonia de coronación, el viento giró repentinamente del sur, considerado el soplo de reyes. Los sabios lo vieron como señal divina y así, Tefnut-Aheret eligió a Ramsés como digno sucesor.

5. Las sombras de Akhenatón: cuando los vientos callaron

Durante el reinado de Akhenatón, el faraón que rompió con el culto de Amon para adorar únicamente al disco solar Atón, los templos de Tefnut-Aheret fueron abandonados. El aire se volvió denso, las brisas dejaron de recorrer los patios del palacio, y ni una sola hoja se movía durante las ceremonias rituales.

Se decía que Tefnut-Aheret se había retirado de Egipto, disgustada por el abandono espiritual. El río comenzó a decrecer, los campos se agrietaron, y la gente empezaba a hablar en susurros: el silencio del viento es señal de condenación.

6. El retorno del susurro divino con Tutankamón

Cuando Tutankamón, aún niño, subió al trono, los sabios decidieron restaurar los antiguos cultos, incluido el de Tefnut-Aheret. Durante el primer festival de Opet bajo su reinado, los vientos soplaron alegremente por Tebas. Algunos escribas relataron que el abanico sacerdotal, que se había mantenido inmóvil por años, comenzó a moverse solo.

Este hecho fue proclamado como señal del retorno de la diosa, y el joven faraón recuperó el favor divino. Los cosechadores cantaban su nombre mientras los campos volvían a florecer.

7. El legado de la diosa en los libros prohibidos

Durante milenios, en cámaras ocultas bajo templos sumergidos por la arena, se conservaron los Textos de Viento. Estos papiros estaban prohibidos para todo aquel que no fuera parte del linaje real o del clero de Sais. En ellos se detallaban:

  • Los rituales para invocar la ira o la bendición de Tefnut-Aheret.
  • Los nombres secretos que solo un faraón debía pronunciar para calmar tormentas.
  • El linaje de los reyes que habían sido concebidos bajo su bendición, llamados «los hijos del aliento».

8. Cleopatra y el último pacto con el viento

En un intento desesperado por salvar a Egipto del dominio romano, Cleopatra VII realizó un ritual nocturno en la isla de Philae, donde se decía que Tefnut-Aheret aún susurraba entre ruinas olvidadas. Nadie sabe qué palabras se intercambiaron entre la reina y la deidad, pero los navegantes afirman que aquella noche, los vientos impidieron que las velas romanas se desplegaran por tres días.

Aunque Egipto cayó, los seguidores de la diosa creen que fue allí donde Tefnut-Aheret ofreció su última bendición a una soberana.

9. El renacimiento en el mundo invisible

Tras la caída de Egipto, Tefnut-Aheret no desapareció, sino que se refugió en el mundo invisible de los vientos. Se dice que aún visita templos abandonados, esperando el regreso de un faraón justo que reabra los canales de la sabiduría ancestral.

Algunos eruditos modernos que estudian antiguos papiros aseguran escuchar susurros inexplicables mientras traducen jeroglíficos. Los pueblos del desierto todavía ofrecen plumas al viento durante ciertas noches, como símbolo de respeto hacia la diosa silenciosa.

10. El legado eterno en los linajes del Nilo

El mito de Tefnut-Aheret se mantuvo vivo en leyendas contadas al pie del río Nilo. Se dice que todo gobernante que se levante en tierras de Egipto y escuche la voz del viento sabrá si su corazón es puro.

Hoy, su historia vive en los ecos que recorren las dunas, en el batir de alas de los ibis blancos, y en el corazón de quienes todavía creen que entre el susurro del norte y el soplo del sur, hay una voz que guía a los dignos.

Porque donde sopla el viento, aún vive Tefnut-Aheret.